miércoles, 30 de enero de 2013

¿QUE OCURRE CUANDO NOS ASUSTAMOS?


Esta es una de las sensaciones raras que a menudo tenemos cuando nos pasa algo que no esperamos. Cuando nos asustamos nuestro cuerpo experimenta sensaciones muy distintas a las normales, dentro de un estado fisiológico equilibrado y controlado. Estas sensaciones no nos dejan un “buen sabor de boca” pues, al asustarnos,  nuestro estado de equilibrio se altera de una manera muy importante. Asustarse es parte de la idiosincrasia de la vida humana, pero no es algo agradable, pues es un desencadenante de sensaciones negativas que pasan factura al organismo de una forma muy expresiva. El susto es una reacción de alarma y es una respuesta del cerebro a un estimulo inesperado, que a su vez cambia momentáneamente el metabolismo de una manera muy drástica.
Siempre que nos asustamos, ya sea un susto pequeño o  un gran susto, nunca esperamos tal acontecimiento y, cuando ocurre, nuestro organismo reacciona inmediatamente debido a dicho estimulo y a la reacción del cerebro ante el mismo.
En la naturaleza humana, los sentidos juegan un papel muy importante. Los ojos, además de guiar a las personas que no son invidentes, participan de una manera fundamental en la prevención de esta clase de estímulo.
De todos los sentidos, la vista suele considerarse el más importante.  Según se ha estimado, el 80% de la información que percibimos llega al cerebro a través de los ojos. Éstos transmiten constantes corrientes de imágenes al cerebro gracias a señales eléctricas y reciben información de los rayos de luz. La información  por medio de imágenes ocurre de una manera extremadamente rápida. Al recibir los datos a través  de la visión, el cerebro los clasifica, los distingue y proporciona las debidas respuestas.
Cuando una persona se asusta, muchas veces  al  no tener una visión clara de lo que va ocurrir, el cerebro asume una posición de defensa y, por no saber de dónde viene ni tampoco el grado del peligro que se acerca, colapsa el sistema en función de la intensidad del estímulo recibido. Por este motivo, las respuestas neuromusculares ante un susto son incontrolables y  muy adversas,  y las reacciones ocurren según la personalidad de cada individuo: algunos  se paralizan, otros actúan con agresividad, otros gritan,  otros huyen;  pero independiente de la reacción que uno pueda tener frente a un susto, la primera respuesta neurofisiológica  es quedarse paralizado con el fin de descodificar la acción que se presenta.
El cerebro necesita identificar qué clase y de dónde proviene el peligro, pero  mientras esto no ocurre mantendrá el cuerpo en estado de máxima  alerta y,  como el susto siempre viene por sorpresa, en un principio el cerebro no será capaz de identificar la  naturaleza del estímulo y hasta que esto pase por medio de la visión y la identificación de imágenes, lo cual se produce  en un cortísimo espacio de tiempo, no seremos capaces de recuperar la tranquilidad y el equilibrio fisiológico y psicológico;  en consecuencia se liberará la ACTH y nos estresaremos. Al asustarnos, la recuperación muscular se produce de una manera rápida, pero la fisiológica tarda más tiempo, y eso lo notamos en el aumento de la frecuencia cardíaca y, en consecuencia, del flujo sanguíneo y los latidos del corazón. En casos exagerados, denominamos estas reacciones como hyperexplexia.
Cuando  notamos  que un estímulo externo puede afectar a nuestra seguridad, se ponen en marcha nuestras alarmas fisiológicas. Si el cerebro percibe un peligro potencial, activa ciertas zonas como el sistema límbico. El hipotálamo da la información a la hipófisis o glándula pituitaria para que sea liberada la hormona ACTH (la hormona del estrés) y ésta estimula la liberación de cortisol, que es la hormona que prepara el organismo para la reacción del miedo.
El hipotálamo transmite la amenaza a la amígdala, ésta  coordina las reacciones psicológicas y fisiológicas, y la corteza cerebral conecta la memoria. El pelo se eriza (“piel de gallina”), la piel empalidece, pues la sangre se retira de esa zona, y  la sudoración aumenta. Las pupilas se dilatan y el nervio óptico envía el aviso al tálamo. El tálamo envía las sensaciones de miedo a la corteza cerebral, el hipotálamo induce la síntesis de ACTH y de los neurotransmisores. La hipófisis estimula la secreción de las glándulas  suprarrenales. Los bronquios se expanden, los músculos de los brazos se tensan y el corazón se acelera.
El hígado refuerza sus niveles de azúcar y el páncreas reduce su producción de insulina. Las glándulas suprarrenales liberan la hormona del estrés, la ACTH. El intestino se contrae provocando en muchos casos la defecación. Los músculos de las piernas se tensan, y los órganos sexuales dejan de producir hormonas. (1)
Cuando nos asustamos, también se fomentada la sensación de miedo, pero con la diferencia de que no vemos de dónde viene el estímulo, y tampoco lo identificamos en el momento de la acción, así  que la primera respuesta que nuestro cerebro experimenta es la del colapso. Las personas que entrenan físicamente presentan una mejor respuesta frente a este tipo de estímulos, pues con la práctica de la actividad física son  estimulados varios  neurotransmisores que  sirven para inhibir la liberación del cortisol (hormona del estrés), por ese motivo estas personas normalmente presentan un comportamiento más favorable frente a tal estímulo.       



1. El ejercicio físico y el estrés ocasionado por el miedo

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miércoles, 23 de enero de 2013

EL DOPING


El deporte es algo mágico que, incluso los que amamos esta práctica, no entendemos muy bien por qué nos produce tal fascinación. Quizás la psicología o algunos estudios antropológicos puedan explicar la lógica que pueda existir en las intensas pasiones que despiertan los equipos de fútbol o la afición ciega por un determinado equipo de baloncesto. Cómo se puede explicar el amor que uno puede tener por la Fórmula 1, o por el sonido de una moto de competición. Desde luego el deporte es algo fascinante, algo que los que vivimos o trabajamos para ello queremos mimar. A los amantes del deporte nos gusta ver lo mejor de esta práctica, los records, los éxitos. ¿A quién no le ha gustado alguna vez ver a Pelé jugando al fútbol (a quienes no lo hayan visto se lo recomiendo), y a Messi, a Michael Jordan, a Roger Federer, a Rafa Nadal o a Tiger Woods en sus respectivos deportes?  ¿A quién no le ha gustado ver a Michael Phelps romper sus records? Esta gente, y muchos otros que están repartidos por todo el mundo, hacen brillar este espectáculo llamado deporte, pero desafortunadamente dicho espectáculo no siempre está provisto de total pulcritud. El deporte hoy es un negocio y, con la llegada de los contratos millonarios,  los requerimientos sobre los resultados de los atletas aumentaron de una manera sustancial. Infelizmente algunos pocos atletas, en la búsqueda de un mejor rendimiento o, mejor dicho, de mejores resultados, utilizan atajos que solo sirven para ensuciar esta práctica.  En la actualidad las exigencias dentro del deporte se incrementaron  significativamente, pero eso no da licencia para que unos pocos puedan hacer uso de prácticas prohibidas  para lograr el éxito. El doping o dopaje es desgraciadamente una de estas prácticas   utilizadas por algunos atletas. Se define como la administración o uso por parte del atleta de cualquier sustancia ajena  al organismo o cualquier sustancia fisiológica ingerida en cantidades anormales con el fin de incrementar de manera fraudulenta su actuación  en las competiciones.
Es sabido que, a lo largo de la década pasada y también de la actual,  esta mala praxis ha sido utilizada por muchos atletas, pero en un 90% de los casos fueron descubiertos. Que se detecte o no, el doping es una  práctica muy peligrosa que puede pasar una factura muy importante en quien lo practica. El doping perjudica la lealtad deportiva, daña la salud, y es un estimulante de la violencia. Aumenta el rendimiento pero, en contrapartida, el doping hace daño al deporte y puede llevar a la adicción; en definitiva, es algo  muy  pernicioso. Consiste en incrementar la potencia del cuerpo artificialmente por vía exógena o endógena, proporcionando así una importante mejoría en el rendimiento del atleta, pero eso no quiere decir que el cuerpo de este atleta esté preparado para ello. Nuestro cuerpo tiene límites y, en el caso de utilización de doping, esa limitación no  es  respetada.
Hay varias maneras de doparse.   
En los días de hoy se empieza a hablar de una nueva clase de doping que  está preocupando mucho a los médicos y al medio científico: el doping genético. Esta forma de dopaje, que sería considerada endógena, significa inyectar genes inteligentes que limiten la producción de miostatina o que aumenten el EPO.  En otras palabras, sería lo mismo que adiestrar un gen para que, de por vida, realice una función específica. EPO o eritropoyetina es una hormona que facilita el aumento de eritrocitos en sangre, consiguiendo así que los músculos dispongan de más oxígeno para el mantenimiento de la energía en el esfuerzo durante un mayor período de tiempo, logrando el retraso de la aparición de la fatiga. 
Si exponemos al cuerpo a exigencias que de una manera natural no aguantaríamos,  podemos provocar  problemas que podrían llegar a ser   importantes. Nuestra estructura ósea, nuestros tendones y articulaciones no soportarían esfuerzos exagerados, al igual que nuestras arterias no aguantarían tan espesa sangre, sin hablar de los perjuicios causados al corazón por la ingente carga de trabajo proporcionada.
Un interesante caso que ha abierto las puertas a la posibilidad de esta clase de doping por mutación, fue el nacimiento de un niño en Alemania. Al nacer llamó  mucho la atención de los médicos, pues padecía  una hiperdefinición muscular, y se llegó a pensar que era una enfermedad; no obstante, lo que ocurría es que tenía desactivados los genes de miostatina, y eso hacía que su desarrollo muscular superase en 4 veces un desarrollo normal. A los 4 años podía mantener una mancuerna de 3 kilos con los brazos estirados.
Al contrario del doping exógeno, que se aplica por ciclos, el doping endógeno se mantendría de por vida y además sería imposible identificarlo, así que en las competiciones un test antidopaje no delataría   al infractor. Ya se ha empezado a investigar sobre esa nueva posibilidad de fraude en el deporte y todos los  estudios que se están haciendo evidencian  los peligros que entraña tal práctica. Es sumamente peligroso, pues conllevaría  la utilización del cuerpo  de una manera descontrolada en los entrenamientos, a la vez que se extralimitarían los lindes anatómicos, fisiológicos y psicológicos del atleta.
El doping debe de ser combatido por: 
Motivos sanitarios: expone al organismo al riesgo de sobrepasar sus límites normales, lo que podría tener efectos desastrosos. Altera las funciones normales y psíquicas, incita a la dependencia y al hábito del uso de las drogas, ocasiona un deterioro físico que puede llegar a ser irreversible.
Éticos: su práctica es contraria a la ética y a la lealtad deportiva. Uno de los objetivos principales de la práctica deportiva es el desarrollo del deportista en la dignidad, honestidad y libertad. El doping anula ese propósito.
Prevención de la violencia: debemos recordar que doparse es drogarse y las drogas son estimulantes que favorecen la agresividad.
Estas son las drogas consideradas prohibidas en el deporte: estimulantes, narcóticos, betabloqueantes, diuréticos, hormonas  peptídicas y sus derivados.  El doping de sangre y la manipulación farmacológica, física o química  de la orina también son métodos prohibidos.
Otras sustancias son: el alcohol, la marihuana, los anestésicos locales, los corticoesteroides. Ciertas federaciones tienen su  propia lista de sustancias prohibidas.
Por fortuna, son pocos los atletas que emplean estas prácticas, pero hemos de estar muy atentos pues, como sabéis, hay una tremenda cantidad de gente seria trabajando para dignificar el deporte: entrenadores, médicos, científicos, preparadores físicos, los propios atletas, etc. Por estos, y muchos otros motivos, no podemos dejar que unos pocos ensucien el deporte, que tanto queremos.     

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miércoles, 16 de enero de 2013

ESTUDIO COMPARATIVO DEL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA EN LOS NIÑOS A TRAVES DEL MOVIMIENTO


Hace algunos años dirigí un estudio sobre  el incremento de la inteligencia en los niños por medio de estímulos neuromusculares. Es sabido que en el desarrollo del movimiento, el cerebro debe enviar una cantidad inusual de órdenes a los demás órganos para que la sincronía neuromuscular sea la esperada. De otra parte, cuanto mayor es la cantidad de estímulos que recibamos por medio de los movimientos (la actividad física o el deporte) y de otras herramientas como la música sincronizada con el movimiento (la danza), mejores serán las capacidades de nuestro cerebro, a la vez que aumentaremos las sinapsis neuronales e incrementaremos nuestra inteligencia.
Este estudio fue desarrollado en niños de países en vías de desarrollo y en países de los considerados de  “primer  mundo”. La idea era tener parámetros de comparación en el nivel de aprendizaje a través del movimiento y el desarrollo cognitivo de los niños de estas dos clases de países. Durante 4 años fueron estudiados 1.200 niños de edades comprendidas entre los 7 y los 12 años. Fijé estas edades por el motivo de que a los 7 años es la edad en la que  está casi consolidado el carácter del niño, y los 12 años por entrar en la  adolescencia. También tenía como objetivo estudiar la influencia de la  revolución hormonal que sufre el preadolescente en el desarrollo de la inteligencia.
Ha sido estudiado el rendimiento escolar de cada uno de los niños, junto con su nivel de atención en las clases, las actividades extraescolares, el número de clases de Educación Física que tenían en la escuela a la semana y su programa de ejercicios. También se medía la práctica de actividad física fuera de la escuela, su nivel de psicomotricidad, el número de horas que destinaban para estudiar en casa, si eran hiperactivos y, en caso afirmativo, el nivel de hiperactividad que tenían, si padecían estrés o ansiedad y, principalmente, si tenían una buena dieta.
La disparidad entre la ingesta calórica  y la falta de actividad física, es uno de los hechos responsables del estrés y  la ansiedad que padecen muchos niños en el mundo. En la existencia de esta desarmonía, el ser humano nunca gozará del equilibrio en su plenitud. Estos desequilibrios pueden ocasionar enfermedades, además de otros problemas que podrían ser fácilmente solucionados corrigiendo estas desigualdades. Ante tal desequilibrio, el metabolismo debe adaptarse a la situación con el fin de propiciar el mejor funcionamiento del organismo y el cerebro debe trabajar de una manera resolutiva para garantizar el mejor desempeño de todos los órganos y del flujo sanguíneo.  
La energía que adquieren los niños diariamente por medio de la alimentación no debe acumularse, sino que debe  ser consumida por medio de actividades que permitan ese hecho y que también les proporcione un incremento en su cognición por medio del fomento de nuevos y diferentes estímulos que les permitan aumentar el número  de  neuronas y  las sinapsis entre ellas. Entre las actividades más recomendables para ello están la práctica deportiva o de actividad física.
En ausencia de actividades que fomenten dicho estímulos y si además la ingesta calórica no es condecente con el gasto, aparte de los posibles problemas de salud que se pueden derivar, también pueden surgir inconveniencias para el desarrollo de un aprendizaje más efectivo. La actividad física o el deporte favorecen el aumento de flujo sanguíneo, y eso también ocurrirá en los vasos que se conectan con el cerebro; consecuentemente el cerebro recibirá más sangre y aumentará su capacidad de cognición, impulsando así  una mayor cantidad de sinapsis. Por otro lado, para los niños el deporte es muy interesante por  la inhibición que ocasiona en la hormona del estrés, la ACTH. Otro de los puntos importantes que hay que resaltar sobre la importancia de la actividad física o del deporte en los niños, es el incremento de la coordinación motora que se adquiere con su práctica: es un hecho incontestable el aumento de la psicomotricidad que se genera. También es sabido que la falta de ejercicio físico propicia el descontrol del peso corporal y la aparición de varias clases enfermedades, tanto  en los niños como en los adultos. 
Es interesante resaltar que la investigación comprobó que una gran parte de los niños de países desarrollados tienen importantes déficits en su dieta y que su calidad de vida no es la ideal. Infelizmente muchas personas mesuran el comer bien o mal por las cantidades y  por los excesos, y no por la calidad; pero eso es un error, puesto que el desequilibrio metabólico que presentaran muchos niños investigados en estos países, en su gran mayoría, son  dignos de una gran preocupación. De otra parte, al medir la calidad de vida, no nos hemos centrado en  la ubicación geográfica, sino en la manera en la que viven estos niños  y de qué forma se fomenta su salud.
En estos países los padres llevan sus hijos al colegio en coche, cuando no van en el autobús escolar. Hemos comprobado que   la mayor parte de estos niños no desarrollan ninguna actividad deportiva al volver de la escuela  y pueden estar más de 8 horas al día delante de una consola o viendo la televisión, además de que la gran mayoría  no tiene una disciplina nutricional. Esto es tremendamente preocupante.
Hemos de dar una especial atención no solo en prevenir la obesidad, sino sobre todo en combatir el sedentarismo. En muchos casos relacionados  con  niños o con adultos, al haber obesidad siempre se recomienda hacer dieta, pero está comprobado que la cosa no debe  terminar ahí: la actividad física es algo fundamental en estos casos.
De otra parte, al promover  el ejercicio físico en los niños, se fomentará la disminución de episodios de agresividad. Cuando practicamos deportes o actividad física, es sabido que ocurre la liberación de varios neurotransmisores que se encargan de disminuir el dolor, de fomentar el placer y, de entre varios efectos se produce, como ya ha sido citado anteriormente, la inhibición de la hormona del estrés. Por este motivo, los niños que practican actividad física son más tranquilos y tendrán  mayor predisposición al uso de la creatividad.      
Por desgracia, el sedentarismo está  muy presente en muchos de los países considerados de “primero mundo”.

Si queréis saber más sobre esta interesante investigación y conocer las conclusiones sobre cómo el ejercicio físico influye en el aprendizaje de los niños de países en vías de desarrollo y en países desarrollados, no dudéis en leer mi próximo libro.  

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miércoles, 9 de enero de 2013

NEUROFISIOLOGIA DEPORTIVA: EL MOVIMIENTO Y EL APRENDIZAJE

Hace muy poco tiempo atrás fue espectador de una clase de tenis muy peculiar. Había  un señor que parecía ser el profesor o el padre de un niño que no tenía más de 4 años de edad. Era inverosímil la falta de psicología y de tacto deportivo que mostraba  aquél señor para lidiar con el reto de hacer  que el pequeño alumno devolviera la pelota de la manera que se le requería. Era evidente que el niño no estaba disfrutando de la clase, y se le notaba el estrés.  Se apreciaba claramente la falta de paciencia que el profesor  tenía con el pobre niño. A cada pelota perdida le gritaba, echándole unas broncas monumentales.
No  todas las personas sirven para enseñar.      
No importa de qué materia se trate; dar clases es un arte donde la persona que se involucra con ese reto debe  estar preparada y además  poseer los conocimientos pertinentes que se  propone enseñar. Es fundamental tener mucha psicología y saber cómo llegar hasta el alumno  sacando  el máximo rendimiento posible durante el tiempo que dura la sesión. Estoy convencido de que en el caso de ese pobre niño, su profesor tenía las mejores de las intenciones, pero los métodos que presencié no eran los más adecuados. En los niños, sobre todo con esas edades, los músculos, al igual que su cerebro, están en pleno desarrollo. Su psicomotricidad no es perfecta, motivo por el cual la coordinación motora en esas edades es escasa.  
Salvo que sea un genio del deporte, es meramente imposible que un niño de 4 años tenga una perfecta sincronía neuromuscular. Además, ese profesor lo que estará consiguiendo es hacer que este pequeño odie el tenis, pues la enseñanza basada en la coacción  no es de lo más efectivo. 
En el aprendizaje es fundamental fomentar la necesidad de aprender, sobre todo en los niños. “Cuando existe la necesidad de aprender, el cerebro se pone en marcha y cambia su fisiología e incluso su anatomía. Esa misma necesidad cambia el cerebro no solo de los niños, sino también de los adultos.” (2)
No somos verdaderamente conscientes del increíble funcionamiento del cuerpo humano. Pasamos nuestras vidas aprendiendo.  Con referencia al deporte, un atleta, no importa de qué edad, en la práctica  de su deporte proporciona una cantidad inusual de estímulos que a su vez su cerebro tendrá procesar y facilitar las respuestas adecuadas para que sus músculos y su organismo puedan responder  convenientemente a dichos estímulos.
La arquitectura de la máquina humana presenta la más perfecta estructura; infelizmente pocas son las personas que son consecuentes con este hecho. Ninguno de los  músculos que tenemos trabaja de una manera aislada, todos están interconectados, y cuando nos movemos necesitamos gran cantidad de estos músculos para concretar la acción. Al caminar, por ejemplo, solicitamos 200 músculos diferentes; para conducir un coche, 100 músculos; levantar una taza de café, 70 músculos.     
Los músculos de la parte posterior de las piernas, que son los más voluminosos, requieren las órdenes de  500 nervios. Son los músculos de mayor tracción. Lo que es realmente interesante no es la manera en que controlamos los músculos grandes, sino cómo  controlamos los pequeños. Los músculos más complejos, como es el caso  de los de las manos, necesitan de 4.000 nervios para el control de sus movimientos. Cada mano cuenta con 27 huesos, 39 diferentes músculos y más de 1.600 kilómetros de fibras nerviosas y vasos sanguíneos. La coordinación de ese trabajo supone una gran labor por parte del cerebro: el hecho de controlar nuestras manos ocupa casi la mitad de la parte de nuestro cerebro destinada al control del movimiento. ¿Podéis imaginar la frenética actividad cerebral que debería estar sufriendo el niño de 4 años que intentaba aprender a jugar el tenis, además de tener que lidiar con un profesor que le estresaba?
Una serie de conexiones de nuestras células cerebrales controla cada una de nuestras acciones; sin embargo, no hemos nacido con esas capacidades, tenemos que aprenderlas. Aprendemos y desarrollamos estas facultades a lo largo de nuestras vidas y desenvolvemos la posibilidad de dominar ese poder, incluso mientras dormimos. Como un ejemplo, cada vez que un jugador de fútbol  da una patada al balón, el cerebro registra y almacena la fuerza y la coordinación de sus músculos haciendo así que cada próximo intento sea cada vez más fácil y más perfecto. Con la repetición, sin ni siquiera pensarlo, las señales saldrán disparadas hacia los músculos a más de 10.000 cm. por segundo, y el movimiento se volverá    automático. Lo interesante del aprendizaje de los movimientos es que ese entrenamiento se mantiene por la noche mientras dormimos. El sueño no solo sirve para descansar: mientras uno duerme, las actividades que tenemos durante el día se ven reforzadas, pues las conexiones neuronales se consolidan en el cerebro. Nuestra actividad cerebral mientras dormimos es tan importante como la que tenemos cuando estamos despiertos. Durante el sueño es cuando más cosas aprendemos y,  cuanto más tiempo  dediquemos a enviar señales mentales a nuestro cuerpo, mayores capacidades conseguiremos para mejorar nuestras actividades deportivas o diarias,  aunque estemos durmiendo. “Mientras soñamos consolidamos el control que tenemos sobre nuestros músculos. La fase del sueño en la que más aprendemos es la fase MOR (Movimiento Ocular Rápido). En esta fase del sueño hay tanta actividad cerebral que el flujo sanguíneo se duplica en esta zona”. (1)
Es fundamental que seamos conscientes de que todos somos inteligentes y todos somos capaces de aprender, solo hay que respetar la individualidad de cada uno, pues somos diferentes y cada uno de nosotros hemos recibido estímulos desiguales. Por ese motivo, dentro del aprendizaje, es importante que fomentemos en todos los ámbitos una enseñanza basada en el respeto y en el desarrollo de la creatividad, sobre todo para los niños. En el mundo del deporte y de la actividad física, esto debería ser una norma a seguir.

(1) Aprender durmiendo Blog del Dr. Sergio Simphronio  
(2) La Inteligencia Blog del Dr. Sergio Simphronio
(3) Los músculos, el estrés  y la ansiedad

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miércoles, 2 de enero de 2013

NEUROFISIOLOGIA DEPORTIVA: AL LIMITE DEL CUERPO HUMANO

El cuerpo humano es una máquina muy especial y,  cada día que pasa, las investigaciones  avanzan con el objetivo de conocer  más respecto a este ordenador  tan increíble que tenemos. El cerebro desarrolla funciones inimaginables. Si enfocamos el tema hacia el deporte o la actividad física, nos sorprenderíamos de la enorme actividad de este importante órgano: lo que llama la atención no es solo la inmensa cantidad de trabajo que realiza nuestro cerebro durante el día, sino que además de controlar todo el cuerpo, lo hace con cálculos milimétricos y con una tremenda exactitud. Para que esto ocurra de una manera  óptima, es necesario que se dé un factor de extremada relevancia en todo el proceso: la existencia de energía. En la presencia de un gasto energético muy prolongado y en ausencia de reposición del  mismo, el cerebro busca alternativas muy interesantes para mantener el cuerpo en funcionamiento. Enfocaré este artículo hacia tres casos específicos  y diferentes: los maratonistas,  los nadadores de largas travesías y  las personas que no son atletas o que no practican actividad física y que, en dado momento de su vida, se quedaron privadas de alimentos  por un largo espacio de tiempo. 
En el caso de los nadadores de travesía de larga duración, éstos tienen que mantener el cuerpo en funcionamiento durante extensos periodos, y eso requiere una interesante habilidad  que tenemos: es una fuerza oculta que nos proporciona la posibilidad de mantenernos  activos de manera ininterrumpida  durante  largos periodos de tiempo, cosa que requiere un importante entrenamiento junto con una dieta adecuada.  La mayor parte del combustible que utilizan las personas que se dedican a nadar varios kilómetros de manera continuada, en las largas  travesías, es la grasa, y también  proviene de la dieta que consumen. Muchos de los nadadores de travesía llegan a ganar de 7 a 10 kilos de grasa previos al desafío, pues son capaces de gastar esa misma cantidad en una sola travesía. También hemos de recordar que, en algunas ocasiones, la temperatura del agua en la que nadan es muy baja. Muchas veces el aspecto de estos atletas antes de las travesías  es grotesco y no se parecen en absoluto a un atleta de alto nivel, pero tanto su preparación como la dieta que utilizan es de lo más inteligente. En estos casos las células adiposas se incorporan a los brazos, pecho y estómago. En realidad están  muy bien preparados  y son más atléticos de lo que aparentan a primera vista.
Nuestros antepasados inconscientemente utilizaban la misma estrategia, pues tenían la grasa como una forma de almacenar  energía. Los hombres primitivos estaban siempre  activos y compensaban su ingesta de comida con una  frenética actividad: la caza. En el caso de las travesías, su éxito depende de la manera  que el nadador tiene de emplear las reservas de su cuerpo. Al principio los hidratos de carbono de la última  comida del atleta,  almacenados en el hígado y en los músculos, se trasforman rápidamente en glucosa, y ésta en seguida se combina con el oxígeno para impulsarle. Durante la travesía sus músculos  pueden llegar a quemar hasta 3000 calorías por hora, que es el mismo aporte calórico que proporcionan tres hamburguesas grandes. Tras cinco kilómetros nadando, la glucosa de rápido acceso empieza a escasear, y se produce lo que llamamos “crisis de combustible”. Es un punto crítico que muchos atletas conocen como “el muro”. En el caso  de los corredores de Maratón, este es uno de los momentos más temidos. De media, una persona  dispone de dos o tres horas de energía. Una vez terminada esa energía, se produce  lo que llaman “estrellarse contra el muro”, que es una mezcla de agotamiento físico y angustia mental, una sensación de sentirse acabado física y psicológicamente.
El cerebro detecta los bajos niveles de azúcar en sangre y nos hace sentir mal y  a punto de rendirnos pero, para seguir adelante, el cerebro recurre a otra fuente de energía y para conseguirla el cuerpo hace algo sorprendente: empieza a alimentarse de su propia grasa. En la mayoría de nosotros las células adiposas no se crean, tampoco se destruyen, se limitan a encoger o a hincharse en función de la cantidad de grasa que almacenamos. Al terminar la glucosa recurrimos a la  reserva de energía de las células adiposas, pero la grasa tarda más en ser procesada que los hidratos de carbono y a veces ese lapso  en el abastecimiento frena a los corredores en seco. Los corredores mejor entrenados pasan tan a menudo por ese proceso que están acostumbrados a lidiar con el cambio de fuente de combustible, y eso les permite atravesar “el muro” rumbo a la meta.
En el caso de los nadadores de travesía, éstos también tienen que cambiar de fuente de aprovisionamiento y empezar a consumir su propia grasa. Las capas de grasa extra pueden añadir 60.000 calorías a su tanque de combustible,  eso rebasaría en muchas veces la energía de la glucosa utilizada  por  su hígado y sus músculos cuando entraron en el agua. Transformar la grasa en combustible requiere un aporte extra de energía y es muy  agotador para los pulmones. Este arranque de energía puede propulsar a un nadador a lo largo de 19 km. en las próximas 6 horas. Para superar la travesía, éste  tendrá que seguir suministrando combustible a sus músculos por un largo espacio de tiempo. La verdad es que todos tenemos un cuerpo diseñado como el de los nadadores o el de los corredores, lo que ocurre es que ellos educaron sus cuerpos a base de ejercicio físico.  Los nadadores en concreto basan su entrenamiento en mejorar el rendimiento de su corazón.                   
Las funciones  anatómicas que tenemos son iguales, lo que cambia es la preparación que damos a nuestro cuerpo. Muchos centran su entrenamiento en mejorar su capacidad aeróbica. Una persona media tiene una capacidad cardiaca de 5 litros por minuto;  con el debido entrenamiento, ese individuo puede llegar a expulsar hasta 35 litros y, cuanta más sangre expulse, más oxígeno suministrará al cuerpo.  A cada minuto que pasa, después de estar 12 horas nadando sin parar, el nadador llegará a bombear 7 veces más sangre que una persona con vida normal. Una travesía de 30 km. puede costar al nadador más de 6 kg.  de grasa corporal, y podrá perderlo en un día.  
Si nos enfocamos en  las funciones neurofisiológicas  de  las personas que no se dedican al deporte de alto nivel, es verdaderamente difícil  predecir cuáles son los limites de esa máquina  tan maravillosa de la que somos poseedores. Es cierto que cada uno de nosotros la cuidamos de una manera totalmente diferente y,  según las atenciones  que le demos, tendremos un mejor o peor rendimiento en sus funciones.  Al disfrutar de buena salud, nuestro cuerpo puede sorprendernos con las   reacciones  fisiológicas y las respuestas musculares  que nos proporciona, y eso va de acuerdo con  las circunstancias en las que nos encontremos.
En situaciones extremas, al estar privados de alimento por un largo periodo de tiempo, el cerebro  humano nos proporciona salidas reamente inusitadas. En estos casos, la línea que traza la supervivencia de una persona depende de  su condición física y su dieta. Como un ejemplo, las personas que se pierden por las montañas  haciendo  senderismo. En muchos de los casos, estas personas pueden quedarse desaparecidas durante días, semanas e incluso meses  hasta que son  encontradas y rescatadas. Cuanto más  tiempo  tarden para encontrar ayuda, mayores serán los riesgos, y uno de los principales y más importantes, es  la de la falta de agua y de comida.
 Mientras exista agua y alimento, la persona conseguirá  seguir  orientada y continuará  buscando soluciones para resolver su problema, pero en el momento en que la comida y la agua se escaseen, el cuerpo deberá seguir quemando calorías, y podrá hacerlo  hasta el momento en que consuma  la mitad de sus células musculares; es decir, ante la inexistencia de  ingesta calórica, el cuerpo empezará a comerse a sí mismo. Llegando a este punto, el cerebro estará hambriento de energía y, cuando eso pasa, ese cerebro será capaz incluso de quemar el músculo cardiaco para seguir  adelante. Enviará  un orden para que se empiece a consumir (literalmente) las proteínas del cuerpo  para producir el azúcar que ese cerebro y los glóbulos rojos necesitan para sobrevivir. Hay un caso muy famoso de un espeleólogo francés que había  quedado atrapado en una caverna. Estuvo 35 días encerrado sin agua ni comida. Fue  encontrado por un equipo de rescate a tan solo 180 metros de la salida de la cueva. Perdió más de 18 kilos de grasa y músculo, pero estaba vivo.

Nuestro cerebro siempre encontrará la manera de mantenernos con vida.
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